19.4.06

CITA EN ALASITAS

Era uma viagem inventada no feliz.
J. G. Rosa, As margens da alegria.

Esta es la historia: iba que iba una niña, a La Paz, alias Chuquiyapu marka, sus padres, ¿qué es de sus padres?,
se habrán perdido en la feria de Alasitas, donde todo se miniaturiza, donde todo se minimiza, así cerros como bajíos, así locos como comidas, así turistas como naturistas, así compadres como comadres, así los días. Esta historia no tiene pies ni cabeza, pero, columbra pequeñita: padres perdidos en feria de Alasitas, niña con cara de Columbo en su búsqueda, ¿cómo sigo? Hagamos un alto, se dice — en El Alto; vamos a consultar al yatiri Umiri. Usté que sabe, yatiri, como su nombre lo indica, de perdiciones y de bebidas, ¿qué dicen las hojas de coca?, ¿en qué recodo de la feria, en breve, me reencuentro con mi paternomaternía? El yatiri, hábil leyente, arroja las hojas sobre el aguayo, que coca no es cocaína, y medita. Hoja por hoja. Verso y anverso. Y no se va por las ramas: más clara que el agua está la trama, dicen. Las hojas: menos rimas, más prosa. ¿Nada más, señor yatiri? Ni menos, responde Umiri. Bueno. Entonces me voy en prosa. Pero. ¿Cómo encuentro a la susodicha? Sería fácil llamar aquí a una llama, recurso manido, pero a la prosa en prosa, ¿cómo se la llama? Bajando de El Alto a la hoyada, cavila la niña: a falta de uno, tengo ahora dos líos: dar con la prosa en prosa primero, dar con mis padres luego. Al pasar por la plaza Abaroa, rauda, corta una rosa — y exclama: para mi progenitora, era que no, y ya di mayormente con la prosa. Con tanta agitación. La niña olvida, empero. No agitarse tanto a la llegada de Alasitas. De suerte que. De golpe. Le da un soroche padre, alias apunamiento, no miento: la vista se le nubla, el habla se le atasca, la boca se le seca, el corazón se le sale por las orejas... ¡Madre mía!
Y así fue cómo. Una vez. En apretada síntesis. La niña retomó habla y prosa en la feria de Alasitas. Y con sus padres al fin. Y con el Ekeko — fortuna, cómo no — cediera. Cita.

18.4.06

Bolivia-Chile: 77 + 77: suma y sigue

Mientras arrecian las críticas de los amigos de Pinochet y de uno que otro saltimbanqui al canciller chileno Alejandro Foxley por afirmar una agenda de veras abierta con Bolivia, el diario Le Monde Diplomatique reproduce una carta abierta, clara y anticipatoria, suscrita por 77 ciudadanos chilenos (escritores, científicos, cineastas, historiadores, etc.) y por 77 ciudadanos bolivianos el 2004, donde instan a los gobiernos y pueblos de ambos países a dejarse de sonceras e “iniciar desde ya conversaciones a todo nivel” destinadas a alcanzar “un nuevo acuerdo satisfactorio para ambas partes”, acuerdo que implicaría tanto “concordar un acceso soberano de Bolivia al océano Pacífico que no divida el territorio chileno” como “asentar las bases para un desarrollo duradero y equitativo del norte de Chile, el occidente de Bolivia y el sur del Perú”. Estamos condenados a convivir, y mejor felices que malqueridos, ¿no?

Mientras la derecha chilena le da duro al Cancillar Foxley, como informa el diario La Tercera, los firmantes de la mencionada carta recuerdan: “No somos los primeros en alentar un acuerdo conveniente para los países involucrados en este diferendo — que siempre ha trascendido la coyuntura, pero que nunca habrá dejado de ser urgente. (...) Y estamos seguros que tampoco seremos los últimos, porque lo que está en juego, a fin de cuentas, más allá de los exabruptos de la hora, es el horizonte de nuestra irrevocable sureña convivencia”.

He aquí la carta abierta, con epígarfes del poeta chileno Vicente Huidobro y del escritor boliviano Antonio Terán, carta que se puede consultar también en la edición de abril de
Le Monde Diplomatique
, en internet.

CARTA ABIERTA

Santiago / La Paz, 19 de marzo del 2004

“Los estudiantes, cada 23 de marzo se vuelcan a buscar (mi libro) Puerto imposible. Claro, devuelven inmediatamente el libro cuando se dan cuenta que no tiene nada que ver con el mar boliviano", Antonio Terán Cabero, La Prensa, febrero, 2004

"Bolivia pide un puerto ¿Hay algo más lógico?" Vicente Huidobro, ‘Un puerto a Bolivia’, La Opinión, Santiago, 1938.

Un país es como un país: único, sorprendente, inigualable. Pero si no cultiva su vecindancia se expone a ser devorado por la prepotencia del más fuerte. Traduciendo: si Sudamérica no afianza sus vínculos como región en el actual escenario mundial, nos arriesgamos a no ser más que un apéndice de los bloques dominantes en la emergente "aldea global". No es extraño, entonces, que ante el in/actual diferendo entre Bolivia y Chile, que remite a una historia guerrera del siglo XIX, distintos gobiernos de países latinoamericanos hayan manifestado su preocupación y la disposición a ofrecer sus buenos oficios para desatar un nudo ciego que, de no destrenzarse con destreza y mirada de largo plazo, no haría sino enturbiar las posibilidades de una Sudamérica regionalmente cohesionada.
Más claro: Chile y Bolivia no sólo comparten un "pasado" de encuentros y desencuentros sino también deseos e intereses comunes de cara al porvenir.

Las y los abajo firmantes, ciudadanas y ciudadanos de Bolivia y de Chile, escritoras y escritores, artistas, académicos, docentes e investigadores, mediante esta carta llamamos a los pueblos, ciudadanos/as y gobiernos de Chile y de Bolivia a:

1. Iniciar desde ya conversaciones a todo nivel (no sólo entonces de carácter intergubernamental sino también en el ámbito de lo que sólo hasta ayer llamábamos sociedad civil), destinadas a alcanzar un nuevo acuerdo satisfactorio para ambas partes.

2. Un acuerdo satisfactorio para ambas partes -es nuestra "hipótesis" (pero esto es precisamente lo que habrá de ser refrendado o modificado en los encuentros por venir)-, implica al menos, por un lado, concordar un acceso soberano de Bolivia al océano Pacífico que no divida el territorio chileno y, por otro, asentar las bases para un desarrollo duradero y equitativo del norte de Chile, el occidente de Bolivia y el sur del Perú.

Sabemos que alcanzar un nuevo acuerdo en estas materias no es cosa fácil ni tarea de un día ni responsabilidad de unos pocos. El centenario extrañamiento y desconocimiento mutuo y, sobre todo, la pervivencia de acendrados narcisismos nacionales miopes, y muchas veces agresivos, son acaso las mayores dificultades que ha de enfrentar la posibilidad de arribar a un acuerdo.

Hay demasiados prejuicios y caricaturas por deshacer, excesivo chovinismo por desmontar y mucha mirada cortoplacista por interrogar. En todo ello, sin embargo, habremos de persistir, pues así como las fronteras pueden ser espacios fecundos de encuentro en la diferencia, así también las identificaciones (nacionales y regionales) pueden constituir una posibilidad fructífera de cohesión en la diversidad y otro nombre de la solidaridad ante la adversidad. Que esto sea así, es decir, que las fronteras no se conviertan en mecanismos de exclusión, aislamiento o encierro, y que las identificaciones no se transformen en signos de desprecio y agresividad hacia los demás, es responsabilidad de todos y de cada cual, pero acaso en ello nos cabe una responsabilidad especial a quienes desde distintas tradiciones imaginamos y anticipamos la(s) cultura(s) por venir.

No somos los primeros en alentar un acuerdo conveniente para los países involucrados en este diferendo in/actual -que siempre ha trascendido la coyuntura, pero que nunca habrá dejado de ser urgente. Lo indican a las claras los epígrafes de Vicente Huidobro y de Antonio Terán Cabero que anteceden. Y estamos seguros que tampoco seremos los últimos, porque lo que está en juego, a fin de cuentas, más allá de los exabruptos de la hora, es el horizonte de nuestra irrevocable sureña convivencia.

Firmantes de Chile
Constanza Acuña (historiadora del arte) Nicolás Acuña (cineasta) Andrés Anwandter (poeta) Juan Araos (filósofo) Andrés Ajens (poeta) Domingo Asún (psicólogo) José Aylwin (abogado) Pablo Azócar (escritor) Javier Bello (poeta) Carmen Berenguer (poeta) Soledad Bianchi (escritora, crítica) Pascale Bonnefoy (periodista) Erich Breuer (cineasta) Eugenia Brito (poeta, crítica) Roberto Brodsky (escritor) Manuel Canales (sociólogo) Matías Cociña (poeta) Jaime Collyer (escritor) Alejandra Costamagna (escritora) Javier Couso (abogado) José A. Cuevas (poeta) Víctor H. de la Fuente (periodista) Gonzalo de la Maza (sociólogo) Gonzalo Díaz (artista visual) Francisco Estévez (historiador) Diamela Eltit (escritora) Soledad Falabella (literata) Soledad Fariña (poeta) Martín Faunes (escritor) Rita Ferrer (comunicadora) Antonio Gil (poeta, narrador) Andrés Godoy (músico) Andrea Goic (artista visual) Felipe González (abogado) Olga Grau (filósofa) Jorge Guzmán (escritor) Elvira Hernández (poeta) Martín Hopenhayn (filósofo) Jaime L. Huenún (poeta) Margarita Iglesias (historiadora) Pedro Lemebel (escritor) José L. Martínez (antropólogo) Sergio Medina (poeta) Marcelo Mendoza (periodista) Nibaldo Mosciatti (periodista) Tomás Moulián (sociólogo) Nancy Nicholls (historiadora) Marcelo Novoa (poeta, crítico) Guillermo Núñez (pintor) Sergio Parra (poeta) Nadia Prado (poeta) Raquel Olea (escritora, crítica) Eliana Ortega (escritora) Rafael Otano (periodista, escritor) Armando Roa (poeta) Sergio Rojas (filósofo) Eduardo Sabrovsky (filósofo) Cecilia Sánchez (filósofa) Leonardo Sanhueza (poeta) Guadalupe Santa Cruz (escritora) Jesús Sepúlveda (poeta) Bernardo Subercaseaux (escritor) William Thayer (filósofo) Anita Tijoux (músico) María E. Tijoux (socióloga) Wilson Tapia V. (periodista) Sergio Trabucco (cineasta) Iván Trujillo (filósofo) Malú Urriola (poeta) Jaime Valdivieso (escritor) Alejandra Vega (historiadora) Cecilia Vicuña (poeta y art. visual) Miguel Vicuña (filósofo, escritor) Carlos Vignolo (ingeniero) Claudio Yaconi (escritor) Eduardo Yentzen (periodista) Faride Zerán (periodista)

Firmantes de Bolivia
Jorge Abastoflor F. (cientista político) Zacarías Alavi (lingüista) Tatiana Alvarado T. (investigadora, crítica) Andrea Arenas (comunicadora) Virginia Ayllón (escritora) Moira Bailey (escritora) Franz Xavier Barrios (economista) Magela Baudoin (comunicadora) Claudia Benavente (comunicadora) Martha Cajías (artista plástica) Alfredo Calvimontes (escritor) Hernando Calla (educador) Ricardo Calla (sociólogo) Magalí Camacho (catedrática) Jenny Cárdenas (cantautora) Benjamín Chávez (poeta) Marcela de la Fuente (ingeniero) Ivonne Farah (economista, investigadora) Franklin Farell (escritor) Claudio Ferrufino- Coqueugniot (escritor) Franco Gamboa (sociólogo) Oscar García (músico y poeta) Ana María Grisi (escritora) Wálter Guevara Anaya (filósofo) Miguel Hernández Dips (cientista político) Mariana Lacunza (crítica, escritora) Cecilia Lanza (comunicadora, escritora) Félix Layme (lingüista) María Teresa Lema (investigadora, crítica) Marcos Loayza (cineasta) Juan MacLean (poeta) Elizabeth Machicao (consultora en educación) Guillermo Mariaca (investigador, crítico) Gonzalo Mendieta (abogado) Cé Mendizábal R. (escritor) Alejandro F. Mercado (economista) Rolando Morales (economista) Diego Murillo B. (cientista político) Edmundo Paz Soldán (escritor) Raúl Peñaranda (comunicador, escritor) Susana Peñaranda (socióloga) Ana Rebeca Prada (investigadora, crítica) Juan Carlos Orihuela (poeta y músico) Rodolfo Ortiz (poeta, psicólogo) Eduardo Quintanilla (abogado, fotógrafo) Aurora Quinteros (lingüista) Juan Carlos Ramiro Quiroga (poeta) Puka Reyes Villa (activista cultural) Francisco José Ríos (arquitecto) Julio Ríos Calderón (periodista) Giovanna Rivero (escritora) Omar Rocha Velasco (escritor) María J. Rodríguez (comunicadora) César Rojas Ríos (sociólogo) Gonzalo Rojas Ortuste (politólogo) Raquel Romero (cineasta) Claudio Rossell (comunicador) Pablo Rossell Arce (economista) Fernando Salazar P. (abogado e historiador) Mauricio Souza (crítico, escritor) Pedro Susz (crítico, cineasta) Hugo José Suárez (sociólogo) Paul Tellería Antelo (escritor, psicólogo) Diego Tórrez Peñaloza (cineasta, poeta) Erick Torrico Villanueva (comunicador) Mauricio Torrico (economista, abogado) Camila Uriona (escritora, crítica) Armando Urioste (cineasta) Rubén Vargas (poeta, crítico) Walter I. Vargas (crítico, escritor) Marcelo Varnoux (cientista político) Katia Velarde (abogada) Ivanna Vega (comunicadora) Oscar Vega López (economista) Sergio Vega (diseñador gráfico) Alejandro Zárate Bladés (actor, cineasta) Francesco Zaratti (físico)

11.4.06

¿Poesía chilena?, ¿la que más atina — hoy?



Si hubiera algo así como una poesía nacional o nacional-estatal, esto es, un conjunto delimitable y a la vez unificable de poemas meridianamente identificables con una nación o un estado-nación (reconocida ficción romántica, sobre la que no vuelvo hoy, por más que ella no haga sino fantasmalmente volver), sin duda que la poesía chilena brillaría como una estrella solitaria y tremenda en el moderno espacio-tiempo sideral. Ni nombres ni renombres de poetas y poemas “chilenos” habrán escaseado en el siglo XX.

Más allá y más acá del lugar común que vocifera que Chile-es-un-país-de-poetas, que es-el-único-país en Latinoamérica que tiene un par de premios Nobel, y que los poetas en Chile meten la cuchara hasta donde menos se espera, allende y aquende eso, decimos, la ignorancia y/o infamiliariedad con la llamada “poesía chilena” entre los propia ciudadanía chilena no es cosa nueva. Ya está dicho; en Chile, hasta a Gabriela Mistral le dieron el premio Nacional de Literatura varios años después de haber recibido el Nobel. Y si se trata de la poesía chilena contemporánea, la-de-hoy-por-hoy, ni hablar. Hasta que viene alguien de afuera y llama la atención sobre lo que estaba ahí, tan cerca, y por ello mismo tal vez era perfectamente invisible (despreocúpense, no seré yo esta vez).

Un par de escritores estadounidenses, Forrest Gander y Kent Johnson, se acaban de dar a la tarea en Jacket Magazine, la revista electrónica de poesía probablemente más frecuentada en lengua inglesa, destacando desde luego la escritura de Nicanor Parra, y luego, en escrito orden de aparición en esta escenita tan nacionalmente marcada, Andrés Ajens, Raúl Zurita y Gregorio Fontén — sin mujeres casi, casi sin indios, pero con el fantasma de Neruda como el del padre de Hamlet de mar de fondo. Mister Gander y Mister Johnson, junto con ser ellos mismos poetas no enteramente indignos de leer, son también agudos traductores de poesía escrita en castellano, y hace un par de años les fue conferido un relevante premio anual al mejor libro de poesía traducido al inglés en los EEUU, por su traducción a cuatro manos de la obra del vecino paceño Jaime Saenz (1921-1986).

El mencionado artículo sobre la poesía chilena de hoy (que es también una bitácora a cuatro manos de un viaje de Gander & Johson por Chile) no sólo habla de poemas y poetas, sino también de atractivos y sórdidos lugares, moluscos sabrosos, fuertes y suaves brebajes, gente decente y de la otra, e historias varias. A quien de veras atine, pues, va aquí el link. No es, de cierto, ni muy menos la última palabra sobre la “cosa” (y sobre todo no habría que dejar de entrever a ratos los efectos de espejeo de los propios autores — quien se salte tales especulares, y por momentos espectaculares efectos, tal vez se pierda lo mejor). Y a propósito, como decía mi medio tatarabuelo en sus tierras de Calama y en su mar de Cobija: ¡viva Bolivia, carajo — y su poesía vecina también!

4.4.06

Boliviano Chile Lindo


El nombre, sin ser todo (de algo, de alguien, por ejemplo), tampoco sería nada. Hemos oído de gente que se pone, o le pusieron, el nombre de un país, que normalmente es el suyo: France Giroux, Uruguay Grafiña, Bélgica Castro, Argentina Lecaros, México Cuatémoc, etc. Pero que un ciudadano boliviano se llame Chile Lindo y, por si fuera poco, que hoy por hoy se esté candidateando a una elección popular en Bolivia, eso suena a imposible. Pero, ya se sabe, a veces lo imposible se vuelve posible.

Imposible posible: el caso del ciudadano boliviano Chile Lindo Fernández, quien actualmente es candidato a delegado para la Asamblea Constituyente, por la alianza PODEMOS, en la ciudad de Oruro. Los incrédulos, que de seguro hacen nata, puede comprobarlo pinchando aquí, en el artículo Viejos políticos en medio de caras nuevas , del periódico La Prensa, de La Paz. Ojalá que le vaya bien a Chile Lindo, pues, y de paso “conserve” ese mar que tranquilo nos baña también para su patria. Todo lo anterior demuestra, adicionalmente, que sólo el carnaval político boliviano tal vez supere en locura al de la “demencia senil” chileno.