27.3.06

Flores descompuestas — a cierta P. P .D.

Si hubiera algo así como una Poesía Política — y no hay pocos ni pocas que habrán dicho que sí: no sólo los camaradas Mao y Stalin, también a su modo, entre tantos, Swift, Whitman, Vallejo, Neruda, Lispector, Martí — Democrática, alegre (gaya) y a la vez desprendida de toda fijación última y/o incondicional (abierta), eso se dejaría resumir en la sigla P. P. D. ¿Es posible?


¿Es posible una poesía inmersa en una comunidad política (cuyas fronteras, sin embargo, nunca podrían permanecer completamente instituidas o pre-dibujadas) y escrita no sólo para todos sino también por todas y todos — un poco como soñaba el montevideano Lautréamont en sus Cantos de Maldoror ya en siglo XIX? ¿Pero qué podría ser tal engendro de poema-ciudadano-democrático, y si lo hubiera a qué se parecería? (Alguien me sopla que a un blog colectivo más vivo, pero no estoy tan cierta; en cualquier caso tendría que ser una poesía no elitista, poesía escrita para y por poetas ya no necesariamente en el sentido estricto o literario del término, pero sin tampoco excluir a éste — ni a los textos aparentemente más oscuros ni a los más transparentes). ¿Y en qué desmedida, por demás, tal “inmersión” comunitaria (para el caso: poético-política) no reintroduciría o atizaría la violencia sacrificial de la comunidad con comunión, ya crística, ya étnica, ya mononacional, ya comunista?

Me lo pregunto, al paso, mientras releeo la no poco extraordinaria Historia de la Villa Imperial de Potosí, el poema mayor de mi pueblo o “villa”, firmado por Bartolomé de Arzáns de Orsúa y Vela (1676 - 1736) — escritor que, como un Borges antes de Borges, habrá sido famoso por incluir citas de autores y obras a todas luces inexistentes a fin de acrecentar la verosimilitud y el sabor de la Historia, su poema-relato. En éste hay un poema en sentido estricto (digamos, en verso, verso libre), atribuido a un tal Asdrúbal de Alvarado, natural de la vecina ciudad de Charcas (Sucre), texto que me ha fascinado desde siempre aunque aún no sé bien exáctamente por qué. Tal vez sea por esa flor descompuesta que viene a inquietar de entrada (de veras, de salida) lo que tan a menudo se da o se toma como esencia de la poesía (el florecer no programado, el acontecer sin por qué e incondicionado— a rose is a rose is a rose is a rose [Gertrudes Stein], die Rose ist onhe Warum [Angelus Silesius], etc.). O tal vez sea por la tan familiar infamiliariedad que evocan algunos de sus giros, los cuales, aun del siglo XVIII, suenan muy recientes: “suma resta” (¿máxima sustracción o adición que sustrae?, ¿máxima permanencia o adición que permanece?), “suyatecnia” (¿técnica de la posesividad de lo suyo o de sí?), “bi-nula”, “ecofricción”, etc. O tal vez sea porque presiento que el poema me habla especialmente a mí, que me interpela y si dirige a mí como a nadie, singularmente (a otras y a otros y aun a cualquiera, cómo no, también, aunque diferentemente).

Vaya pues, a ver si alguien lo aprehende y lo desaprende, lo goza y lo digiere, en una lectura empero no predeterminada, ella misma necesariamente innecesaria, entreabierta:

SOLAMENTE, SOLÍCITAMENTE un
mentecato cata, falta
de juicio, su incongruencia, su ya no más
suyatecnia
impolítica, suma resta:

a una distancia convenida
punto por punto
a la afición a la bi-nula
ecofricción ab-
yecta — en fin, todo se juega,
todo y lo que falta
de entrada y no consuma,
en la cirugía que opera
ficción de ver-
dad viva, aquí, fecas
de un rosal baldío, nuestra.

¿te das cuenta?, ¿te das,
catadura, cuenta?
la ex-, re-, in-, for-, o-, con-
clusión
permanece, si permanece
en flor, descompuesta.

Diferir por ahora toda interpretación o explicación, si algo tal fuera posible, no fuera gesto incomún ni menos incomunitario; el poema, que viene hacia el final de la obra de Arzáns, habla (y a la vez calla), como habitualmente se dice, por sí mismo; está expuesto. En cualquier caso queda en suspenso una respuesta a la pregunta sobre en qué sentido(s) aquél también haría parte o al menos prefiguraría lo que he llamado más arriba poesía política democrática, más allá de “estar hecho” de y con lenguaje y a la vez que habla de y/o al lenguaje (no únicamente, por cierto, pero el tercer párrafo y final parece bien explícito al respecto), teniendo en cuenta que toda comunidad política, tanto su pervivencia como su innovación y aun su disolución, es impensable e infactible sin lengua.





Una yapa,
en fin, a propósito de Arzáns, de Potosí (mi pueblo que es el suyo) y de Chile. Su Historia (historia un poco a la manera de las historias extraordinarias de Edgar Allan Poe, en que se entretejen “verdad” y “ficción”, “historiografía” y “literatura”, adelantándose no poco a las más contemporáneas tendenecias en la materia), de paso anoticia de las cuantiosas sumas de dinero que año a año, desde 1580 y durante los varios siglos coloniales, la mina de plata de Potosí le entregara graciosamente al Reyno de Chile — para solventar su guerra contra los mapuches, la defensa cada vez que piratas ingleses y holandeses asolaron sus costas, junto a otros gastos regulares de gobierno (exáctamente, indica Arzáns, 210.000 pesos de plata anuales). Luego de narrar a su modo las más recientes venturas del Reyno de Chile, concluye: “He querido, aunque alargándome un poco más, referir los sucesos del Reyno de Chile aunque en suma [es decir, a fin de cuentas] por lo mucho que esta imperial villa le ha ayudado siempre con gente y millones de plata en la guerra y en la paz” (subrayo).