11.4.06

¿Poesía chilena?, ¿la que más atina — hoy?



Si hubiera algo así como una poesía nacional o nacional-estatal, esto es, un conjunto delimitable y a la vez unificable de poemas meridianamente identificables con una nación o un estado-nación (reconocida ficción romántica, sobre la que no vuelvo hoy, por más que ella no haga sino fantasmalmente volver), sin duda que la poesía chilena brillaría como una estrella solitaria y tremenda en el moderno espacio-tiempo sideral. Ni nombres ni renombres de poetas y poemas “chilenos” habrán escaseado en el siglo XX.

Más allá y más acá del lugar común que vocifera que Chile-es-un-país-de-poetas, que es-el-único-país en Latinoamérica que tiene un par de premios Nobel, y que los poetas en Chile meten la cuchara hasta donde menos se espera, allende y aquende eso, decimos, la ignorancia y/o infamiliariedad con la llamada “poesía chilena” entre los propia ciudadanía chilena no es cosa nueva. Ya está dicho; en Chile, hasta a Gabriela Mistral le dieron el premio Nacional de Literatura varios años después de haber recibido el Nobel. Y si se trata de la poesía chilena contemporánea, la-de-hoy-por-hoy, ni hablar. Hasta que viene alguien de afuera y llama la atención sobre lo que estaba ahí, tan cerca, y por ello mismo tal vez era perfectamente invisible (despreocúpense, no seré yo esta vez).

Un par de escritores estadounidenses, Forrest Gander y Kent Johnson, se acaban de dar a la tarea en Jacket Magazine, la revista electrónica de poesía probablemente más frecuentada en lengua inglesa, destacando desde luego la escritura de Nicanor Parra, y luego, en escrito orden de aparición en esta escenita tan nacionalmente marcada, Andrés Ajens, Raúl Zurita y Gregorio Fontén — sin mujeres casi, casi sin indios, pero con el fantasma de Neruda como el del padre de Hamlet de mar de fondo. Mister Gander y Mister Johnson, junto con ser ellos mismos poetas no enteramente indignos de leer, son también agudos traductores de poesía escrita en castellano, y hace un par de años les fue conferido un relevante premio anual al mejor libro de poesía traducido al inglés en los EEUU, por su traducción a cuatro manos de la obra del vecino paceño Jaime Saenz (1921-1986).

El mencionado artículo sobre la poesía chilena de hoy (que es también una bitácora a cuatro manos de un viaje de Gander & Johson por Chile) no sólo habla de poemas y poetas, sino también de atractivos y sórdidos lugares, moluscos sabrosos, fuertes y suaves brebajes, gente decente y de la otra, e historias varias. A quien de veras atine, pues, va aquí el link. No es, de cierto, ni muy menos la última palabra sobre la “cosa” (y sobre todo no habría que dejar de entrever a ratos los efectos de espejeo de los propios autores — quien se salte tales especulares, y por momentos espectaculares efectos, tal vez se pierda lo mejor). Y a propósito, como decía mi medio tatarabuelo en sus tierras de Calama y en su mar de Cobija: ¡viva Bolivia, carajo — y su poesía vecina también!