29.1.08

Domesticando a Latinoamérica

por Carmen Abaroa (12.01.08)


¿Dónde comienza la domesticación, la asimilación, el espejeo narcisista con su irreprimible voluntad de dominio, de “autoposicionamiento”, la apropiación de alter (aun con las mejores intenciones del mundo) – dónde acaba? ¿Y cómo distinguir la domesticación de la hospitalidad – el hacer venir apropiador del dejar venir lo diverso a riesgo de alterarse huésped y huésped, tanto uno/a como alter, aun en la más extrema carencia de algo propio o apropiable? ¿Es posible? En los entremundos tan contemporáneos como anacrónicos del día a día, posible y/o imposible es: cada vez más requerido – distinguir, sin distinciones condecorativas ni distinguidas enjoyadas concurrencias.

Pienso en estas cosas, escribiendo en aymara [jaqi aru qillkaskta] aquí en Sorata, no lejos de Chukiyapu marka alias La Paz, preguntándome cómo el Ajens va a traslucir esto – al castellano migrante según él, puro romance impuro según yo, viejonueva fabla fabulante – ¿habrá otra vez que reiterarlo? ¿Pues cómo traducir sin asimilar ni apropiar? ¿Cómo dejar venir otra lengua-escritura, diversidad y di-versión de alter (alter sin mayúscula, por favor; nada de conceptual y/o absoluto Otro, Otra oder alter Alter).

Pienso también en estas cosas – que no son por demás cosa alguna – recordando a un viejo amigo americano, poeta estadounidense de fuste, que hace algún tiempo pretendía hacer una antología de poesía latinoamericana. ¡Compañero! Felizmente lo disuadí – al menos por un rato. Intentaba hacer una selección de autores país por país – nada más natural en vista de las antologías-por-país que pululan hoy en día –, exceptuando de Brasil, dado que tenía dificultades para comprender el portugués. Cuando le hice ver que la poesía – la poesía en poesía – no se deja subordinar estado-nacionalmente (salvo una re-invención inaudita de lo estado-nacional de por medio), se la quedó pensando. Pero insistió. Cuando le mencioné que en lo que él parecía entender por “Latinoamérica” (esto es, el conjunto de Estados-naciones que anteriormente fueran colonias del imperio español en el “Nuevo Mundo”) se habla más de un centenar de lenguas diferentes al castellano, y que el mismo nombre “Latinoamérica” no convoca ni de lejos a tal haz de alteridades en juego (¿es que vamos a decir que el Pacha colla o el Mapu mapuche se dejan nombrar sin más en el nombre “Latinoamérica”?), nuestro diálogo por correo electrónico se interrumpió – por un momento. No es que no se pueda hacer antologías de poesía latinoamericana (de ese Extremo Occidente que es Latinoamérica), faltaba más: se puede, y de hecho se hacen todos los días. Otra cosa es si esas anto-logías interrumpen o no la Conquista que aún persiste en el [latino]americano “continente”. Y aun en “poesía” – cuando, por ejemplo, se provoca casi compulsivamente a producir poesía a herederos de tradiciones culturales no europeas (collas, guaraníes, mayas, mapuches, etc.) que jamás escribieran como tal poesía (lo cual no significa que no tuvieran otras tradiciones de llamada y escritura, fueran orales, textiles, pictográficas, ideográficas, silabográficas, etc.). Si la literatura es cosa europea (aún la “literatura universal” o “mundial”, esa invención de Goethe), y si la poesía es parte o aun la quintesencia de la literatura, como dictaminan invariblemente las universidades latinoamericanas (esto es, europeas), decir “poesía aymara” o “poesía mapuche” fuera a todas luces una soberana marrada. A menos, por de pronto, de bajar un poco las Luces... O a menos de querer indicar con ello la hospitalidad o sujeción (y la alternativa parece terrible) de lo aymara o lo mapuche hacia lo occidental-europeo. Por otra parte, traducir sin más el yarawi quechuaymara por poesía (como lo hiciera tempranamente, y con las mejores intenciones, el mestizo Inca Garcilaso ante la corte española) fuera borrar de un plumazo todo diferir entre tradiciones de envío, y cerrar de entrada eventuales inanticipables consonancias, correspondencias y/o encuentros entre más de una destinación y/o destino. Sólo en la demora en traducción y/o transhumancia queda/ría abierta la posibilidad de una escritura francamente entreverada o entreveraz, a la vez literaria y no literaria, ni aymara ni europea por caso, sino otra cosa, otra – provisoria – casa: poemarka acaso, o franco tinku entre escrituras.[1] Y claro: apertura también a la imposible posibilidad tal vez del desastre, locura asorochada de una suspensión de toda identificación impuesta o aun deseada, occidental, alemana, judeoalemana, marrana, aymara, quechua, brasilera, rioplatense, estadounidense, masculina, femenina, poética o no poética, gay o chicana. ¿Cortocircuitera general de lo mismo en sí mismo, hoy mismo, dices – no ya idéntica a mí misma, lengua en camino, en Sorata? [2]

También pienso estas cosas leyendo la presentación de una reciente antología de poesía latinoamericana (lateinamerikanische Poesie): Sobrescribir fechas de caducidad, según la traducción de la poeta tarijeña Rery Maldonado, de Timo Berger y Rike Bolte.[3] Otra vez: ¿domesticación u hospitalidad hacia Latinoamérica? ¿Aún, pero, centro y periferia, dicen – de lo mismo? ¿Están hablando de sí mismos (europeos), de sí mismos a sí mismos (europeos a europeos[4]) o están diciendo otra cosa? ¿Otra cosa de otra cosa? ¿Los timo o los estimo – nomás les tomo el pelo? Por ejemplo: ¿neoindigenismo lírico europeo, dicen, o postneodigenismo (todo indigenismo, aun neo-, postneo-, o pre-, es europeo)? ¿Timo? ¿Performances de lo mismo hacia lo mismo? ¿Rike? ¿Dos tendencias actuales? ¿Se han hechos presentes [sic] en esta antología? ¿Lo mismo? ¿Otra vez: Das / Selbe / hat uns / verloren, das / Selbe / hat uns / vergessen, das / Selbe / hat uns – – ? ¿Difícil decidirlo? A menos de guardar un in/cierto desajuste e intraductibilidad entre Dichtung y Poesie, a menos de no traducir demasiado apresuradamente Pachakuti por désastre... Paso:

Vernichtung des indianischen Volkstums (exterminio, aniquilación de la nacionalidad, de las características nacionales indígenas, de su carácter de pueblo) llama Gusinde a una de las secciones iniciales de su obra (Die Feuerland Indianer, Viena, 1931), en donde “la lucha de exterminio” (Vernichtungskampf) contra los “indios” por parte de “los europeos”, “los blancos”, “los civilizados”, es descrita con no poco detalle: cacerías humanas, envenenamientos masivos, deportaciones, limpiezas étnicas, trabajos forzados, secuestros y violaciones sin cuenta, aparte de los estragos del alcohol y de las epidemias. [La flor del exterminio, en prensa].

A diferencia de Martin Gusinde, crístico lector del desastre avant la lettre (sin haber, con todo, la menor noticia ni escritura del desastre), estamos ya – ¿pero quiénes justamente? – en la apertura de un Pachakuti, en el vuelco sin inversión – entre pacha y “mundo”, tal singular kuti y/o torsión de[l] tiempo, con-torno del espacio temporalizándose, del tiempo espacéandose –, de paso.

Paso y re-paso:

kuntur achilas jilatay

compañero precedente, dador de la carencia [awtichiri],
helado por el frío de la carencia,
irradiado por la rayos de la carencia,
compañero dador de la carencia,
congelado por la escarcha de la carencia,
no eres, compañero, transhumante no eres,
dador de la carencia;
porque, claro, [apenas] llega un chango
dices que tienes palomitas [imillirukït staw];
no eres compañero, compañero.[5]


(Y es[t]o no fuera simplemente ya un poema y muy menos mera literatura, europea o latinoamericana, ni tampoco ya nomás sallqa [narración-canto ‘indomesticado’, ‘silvestre’ o ‘salvaje’ aymara] sin más; si es algo [diese Scherben!], su nombre y su ley, por venir tal vez, hoy, faltan).


Sorata, enero del 2008.


(traslape de Andrés Ajens).



[1] Dado que el quechuaymara tinku puede darse tanto por ‘encuentro’ como por ‘desencuentro’, por ‘acoplamiento’ como por ‘conflicto’, déjolo por ahora tal cual, meridianamente abierto [NdT].

[2] A no olvidar: según Emeterio Villamil de Rada, ilustre alumno de W. Von Humbold en Berlín [La lengua de Adán y el hombre de Tihuanaco, La Paz, 1888], Adán y Eva se entendían en el Paraíso en lengua aymara, y el Paraíso estaba, cómo no, en Sorata. Que Sorata sea aún hoy por hoy un paraíso, a ojos vista, nadie lo duda, [pero, de cierto] un paraíso no es el paraíso.

[3] “Poesía-añicos y sonares híbridos. [Scherben Poesie und Zwittertöne] Doce poetas latinoamericanos. Antología publicado [sic] con motivo de la Latinale 2007, el festival rodante de poesía latinoamericana en Berlín, Potsdam, Leipzig, Colonia y Hamburgo (Berlín: Instituto Cervantes y SuKuLTuR, 2007)”.

[4] Nosotros, los que nos llamamos americanos, no somos otra cosa que europeos nacidos en América (J. B. Alberdi, Bases, [Argentina] 1852).

[5] Kuntur achilas jilatay, a partir de un sallqa aymara, de memoria, de Lucía Quispe Choque, de Kakachaka, provincia Avaroa, Departamento de Oruro. Las gracias aquí a Juan de Dios Yapita (quien, por demás, da awtichiri por ‘hacedor de la época del vacío’) y Denise Arnold, de camino al Montículo, en La Paz.